Los almendros singularizan el paisaje rural de Mallorca y se convierten en espectáculo a finales de enero, cuando su floración llena valles y campos de flores blancas y rosadas de aroma delicado.
Su cultivo representa casi el 50 % de la superficie dedicada a los frutales en la isla, con parcelas de suelos calcáreos acostumbrados a recibir lluvia escasa y muchas horas de sol. Unas características que, si bien determinan una producción baja, otorgan al producto su reputación: una almendra rica en grasas, de gran untuosidad e intensidad aromática.
Este alimento tradicional disfruta de una IGP que garantiza su procedencia y se comercializa cruda o tostada, con o sin piel. Es un ingrediente indispensable para elaborar postres como el gató, el helado o el turrón, y forma parte de numerosas picadas y salsas.